Por: José Mendoza Jiménez
No se cambia el presente acabando los rastros del pasado. El pasado es una fotografía, una postal que registró en forma documentada, las añoranzas y vivencias de una o varias generaciones. Todo quedó registrado ahí con tinta indeleble como un testigo de lo que se dio en ese tiempo. Preservar esos rastros del pasado, es hacerle digno homenaje a los que ya no están con nosotros y que nos dejaron como herencia patrimonial de su paso por este mundo que debemos conservar en el tiempo. Porque no cambia nuestro destino destruirlo.
Destruir los rastros del pasado en un arrebato de ira insaciable para corregir el presente, es retroceder en el tiempo sin lograrlo. Se pisotean los pasos de quienes nos abrieron el camino para que hoy vivamos mejor a como ellos vivieron.
No fue fácil descubrir nuevos mundos. No fue fácil para los que se lanzaron mar adentro en la búsqueda de otros derroteros. Sostener su aventura tuvo precio. Que cometieron excesos en la imposición de sus creencias y cultura, no hay duda. Pero hoy somos nosotros los que les dejaremos a las generaciones futuras, nuestro legado y nuestro legado no conlleva destruir lo que heredamos y lo que construimos con esfuerzo.
Se requiere sensatez. Inspirarnos en lo mejor. Buscar en nuestro yo la razón de ser que nos mueve a seguir mejorando el entorno del mundo en el que vivimos. Tenemos un potencial inagotable de posibilidades para lograrlo, pero no nos debemos inspirar en lo que destruya.
Quienes nos antecedieron dejaron muestras palpable de mejoramiento. Sus luchas fueron sueños abrigados pensado en sus herederos.
Continuará.
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