Por: José Mendoza Jiménez
A veces las cosas tienen que suceder para darnos cuenta si vamos o no por el camino correcto. En la maratón de la vida suelen ocurrirnos situaciones para valorizar lo que hacemos corrigiendo los errores. No hay que desanimarse ni detenerse para correr la carrera completa. Si caemos nos levantamos para recobrar las fuerzas y seguir en la competencia. ¡en la maratón de la vida todos tendremos algunas caídas! Ese es el ritmo de nuestra existencia. Corremos una maratón que nos marca la subsistencia y la necesidad de salir adelante superando los impasses que se nos presenten en la vida. ¡La maratón lo es por la supervivencia de la vida! .En esa maratón a veces pasamos por alto cimentar bien los peldaños en donde nos apoyamos para avanzar seguros hacía la meta deseada. A veces- como lo escuché de papá- la ambición rompe el saco y echa al traste con lo que se ha buscado con tanto esfuerzo y trabajo. A mi mamá le escuché decir en tono de moraleja- siendo yo niño- que el amor y el interés fueron al campo un día más pudo el interés que el amor que le tenía. Para referirse a la fuerza de la ambición desmedida que nos puede hacer perder el norte.
La ambición sana y competitiva no raya con la decencia porque hace parte del ser humano en sus relaciones interpersonales de afecto y negocio .La maratón no todos la corremos con el mismo ímpetu de los principios ético, pero insistirlo no es mal.
La gente que más admiro es la de la laboriosidad, los que en el campo o la ciudad sino hay camino construyen camino al andar como dijo el poeta. Con sol o lluvia no hay excusa ni impedimentos para seguir adelante porque tienen claro que el trabajo que realizan les permitirá avanzar y vislumbrar un nuevo mañana lleno de tranquilidad, con la satisfacción del deber cumplido. La maratón de quienes admiro es la de los trabajadores entregados porque sino lo hacen y luchan por salir adelante nadie les va a dar para suplir sus necesidades básica. No tienen mayores aspiraciones a la de la individualidad de los mortales, no aspiran a ser concejales, senadores, alcaldes y menos presidente de la república. Solo aspiran a salir avante con el trabajo arduo y honrado que realizan, amparados en la fe del carbonero, la sapiencia de un Dios que diseñó su universo a la medida del desarrollo de sus capacidades intelectuales y cognitivas.
Continuará.
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