Por: José Mendoza Jiménez
2017
La lluvia cae al tejado deslizandose en cántaros por sus canales. El rocío de la lluvia es como una caricia de amor inesperada, desentona con el paisaje quisquillosa y agradable. Cuando llueve la ciudad se paraliza y encoje como un neumático sin aire. La ciudad se vuelve caótica e intransitable porque el tráfico se empelota y todos corremos para librarnos del rocío agradable de la lluvia. La lluvia cambia el paisaje y la rutina y pasamos por alto contemplarla bajo el tejado, donde nos protegemos de su rocío.
Cuando llueve la ciudad cambia su fisonomía y cambia el ritmo de quienes la habitamos. La ciudad es diferente con la lluvia. Las corrientes ocasionadas por la lluvia arrasan con los desechos que encuentra en el camino y con las bolsas de basura puestas para su recolección a la orilla de los canales que las conducen hacía la bahía o la ciénaga de la Virgen. Por eso, los puestos de la basura deberían estar alejados de las orillas de los canales, donde las lluvias convertidas en fuertes corrientes arrasan con todo lo que encuentren a su paso.
El viernes 17 de noviembre del presente año, llovío copiosamente, todo el día, por la noche y la noche anterior. Si en Cali el día miércoles llovío en 12 horas toda el agua de un mes, 109 milímetros de agua, acá bien podríamos decir lo mismo, pues en todo el año no había llovido como llovío en toda la ciudad. Las calles del centro histórico eran una Venecia improvisada, solo hicieron falta las embarcaciones para recorrer sus calles. En el centro histórico y Bazurto, los carretilleros cambiaron de actividad haciendo su agosto en noviembre, pasando gente de un lado para el otro, socorriendolas de las inundaciones. En algunos sectores de la ciudad como en San José de los Campanos, por tomarlo solo como referencia, en la parte que colinda con las villas Juliana, Adriana y Bosques de la Circunvalar, los puentes han sido hechos con tubos que son taponados con los desechos y las bolsas de basura que la corriente trae, ocasionado el desbordamiento de los canales por sus calles, algunas sin pavimentar, convirtiendolas en canales navegables.
La interinidad en la administración pública, perjudica el desarrollo de la ciudad porque el burgomaestre encargado se puede excusar de no tomar decisiones importantes que beneficien a la comunidad con la atención que merecen.
Continuará.
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