Por: José Mendoza Jiménez
Continuación
Después de tanto platicar y platicar, vino la sorpresa que me tenían guardada: que por lo que habían leído últimamente de lo escrito por mi en la Verdad, yo era un firme exponente de lo que debería ser la viabilidad de una ciudad, en la relación de sus habitantes con el entorno y por lo tanto, me apoyaban para que me lanzara a ser el próximo alcalde del pueblo. En verdad, La Unión había progresado tanto que las calles polvorientas que muchas veces recorrí en mi niñez, las había encontrado pavimentadas y con los servicios básicos de agua, gas, electrificacion y alcantarillado funcionando. Así que no tuve que pensarlo tanto. "El pueblo, les digo, requiere de una persona que lo conozca tanto como yo conozco a Cartagena. ..",el silencio es total pero son comprensivos con migo. Me miran fijamente a los ojos y tratan de entenderme cómo Cartagena me cabe en la cabeza y la tengo presente en mi conversación .Me piden que les hable de ella. Les comento :"que es una de las ciudades más bellas de Colombia, que tiene un valor y riqueza incalculable por su turismo de vanguardia, y debido a su pasado colonial sus playas y el mar. Su historia emancipadora, heroica y sin precedentes en el ámbito nacional ,la valora. Una historia encantadora de corsarios y piratas por adueñarse de ella y de sus tesoros de gloria ".
Articulito: Y así, de agasajo en agasajo, me fui despidiendo de mi pueblo, rememorando Caminito, aquel tango a lo Gardel: caminito que el tiempo ha borrado. ...,la nostalgia me embarga pero sí, pienso en Cartagena, todos ajenos en su entorno a cuidarla y quererla como se lo merece. El sentido de pertenencia del que carecemos con nuestra ciudad, nos delata la mirada y no pasa nada, mientras la ciudad nos espera con los brazos abiertos, complaciente.
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