Por José Mendoza Jiménez
Continuación
No podemos dejar la ciudad al cuidado de quienes no la cuidan y más bien la estropean. Empecemos hoy. No ahorremos ningún esfuerzo en trabajar por una ciudad sin contaminación auditiva y sonora.
Para rescatar la ciudad de la mano de los abusadores y de los intrusos hay que empezar hoy. Si la gente no se organiza hay que organizarla y leerles la cartilla para que aprendan a convivir en comunidad. Y recordarles que no se mandan solos en el espacio público. Que no nos atormenten con el mal uso de su herramienta de trabajo.
La contaminación visual es menor y no afecta tanto como la auditiva que atenta contra nuestro sentido el oído, amenazandolo seriamente dejarnos sin audición.
Si se nos atendiera con la prontitud y eficiencia que amerita y sin la necesidad de declararnos víctimas para lograrlo, no hay la menor duda de que lo conseguiremos y no sonaría exagerada esta petición que es urgente por nuestra salud.
Esto se le ha salido de las manos a las autoridades por lo que debería declararse la emergencia antes de que sea demasiado tarde, pues no tienen la menor consideración con las demás personas porque sólo están pensando en su negocio .El ciudadano que busca en el espacio público un ambiente amigable, alejado de impurezas que incomoden su libertad de esparcimiento y locomoción, no tiene porqué sufrir el tormento y las incomodidades que otros les infrinjan porque no reconocen que actúan mal con el prójimo.
Un centro comercial es un sitio donde la gente se congrega, va de compras y también en plan de recrearse. Sus alrededores no pueden ser similar a un mercado público donde todo parece estar permitido .Dirán que me quejo demaciado pero hay soluciones a la mano que por negligencia las autoridades no atienden, que se van convirtiendo en parte del paisaje ;como en este caso al que me refiero. Y no está bien que así suceda con una ciudad que todos queremos.
Articulito: las únicas trompetas bienvenidas son las bubuselas por el mundial de fútbol do Brasil, porque desbordan nuestra emoción que generan los goles, pero con los demás estrafalarios del pito y del megáfono ¡al diablo con ellos!. .
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