Por José Mendoza Jiménez
2016
Los payasos nos alegran la vida, le ponen pimienta para que no la cojamos demasiado en serio. Son un bálsamo con sus presentaciones chistosas en medio de los intríngulis del ajetreo diario. Los payasos con su magia, su arte los inspira la actuación en el instante de cambio del semáforo. Son la atracción del espectáculo callejero. Hay muchos payasos en la ciudad pero hay otros que no lo son tanto. Hay algunos que sin serlo se las tiran de payasos. Me refiero a los que en la vía ponen en peligro no sólo su vida sino la de los demás, haciendo demostraciones de pericia y dominio en esos vehículos, las motos, cuando apenas están aprendiendo a conocerlas. Uno habla de la adrenalina que despiertan, de la fiebre que produce maniobrarlas y de las vidas que en su afán se lleva la imprudencia, especialmente la de los jóvenes quienes están empezando a descubrir el agua tibia que les quema. Desde mediados del año pasado cuando se dieron a conocer las cifras de accidentalidad en moto del 2014,las autoridades vienen preocupadas y pensando en medidas que mitiguen ese impacto de las motos en los jóvenes, que se habló de un promedio de (7) muertos diarios en el país en esos vehículos. Este año cuando se den a conocer las cifras del año anterior, habrá pasado de (7)a (8).Da dolor y tristeza ver cómo acaba la vida de un momento a otro de un ser humano que apenas empieza a descubrir la vida. Se habla de la falta de educación, de meter en cintura a los centros de entrenamiento, de enseñanza (labor que debería ser complementaria por quienes las venden y fabrican) y yo me limito a la concientizacion que falta por parte de las autoridades y familiares, en quien adquiere una moto.
Continuará
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